Durante las vacaciones veraniegas y no ahora es cuando consigo visionarme más feliz. Me imagino exfumador, más comprometido con los míos, más atento y comprensivo con mi chica, hasta un poco "cachas" y todo tú, cagaté! ... es decir que ves el negativo de ti mismo, el que te gustaría ser y te das cuenta que los propósitos incumplidos se repiten año tras año y eres el mismo pringao de siempre pero con un año más y alguna neurona menos, intentando convencerte de que esta vez sí lo conseguirás. Ya digo que esto a mí me cala en veranito, cuando paseo tranquilamente por la playa o me tomo una caña en la terracita y voy diseñando mi futuro anual seleccionando minuciosamente los buenos propósitos para el próximo curso. Después los apunto en una libreta, este detalle es muy importante.
El ir y venir en la escala de valores de cada uno nos va descubriendo esas carencias en forma de despropósitos periódicos y frustrantes que siempre han estado ahí y que nos hacen pensar que maduramos porque le damos más importancia a lo que antes nos parecía banal.
Me pregunto si esto solo me sucede a mí o es generalizado. En cualquier caso el mero hecho de identificar los propósitos y anotarlos en una lista con prioridades para mí ya es un clásico de las vacaciones que me genera una sensación placentera derivada de la liberación de saber que si consigo lo que me acabo de proponer este será un año cojonudo. Es una inyección de ilusión que te mantiene en actitud positiva.